Oportunidad sísmica
Que Chile es un país sísmico no
es novedad para nadie en el país e incluso en el mundo, el último terremoto de
Japón de 8,8 grados fue catalogado, por su magnitud y especiales
características, en un terremoto tipo chileno. Nuestra indiosincracia y cultura
nacional, están marcadas por los terremotos. Desde aprender a vivir con los
desastres hasta el saber reaccionar y lograr posteriormente recuperarse,
asumiendo sus victimas y destrozos, que casi siempre son de gran magnitud.
Frente a este tipo de fenómenos
recurrentes en nuestra historia, no nos queda más que aprender a convivir con
ellos minimizando los riesgos, más aun si se analizan la frecuencia de los
enjambres sísmicos y replicas que se manifiestan por un período aproximado de dos
años, después de ocurrido un gran terremoto. Los golpes y porrazos nos han
enseñado a que tenemos que aprender, cada vez más a construir de manera más
segura y lejos de las fallas geológicas y de los suelos de mala calidad, que
son los que amplifican el impacto de las ondas sísmicas sobre las estructuras.
Hay ciudades que poseen suelos
especialmente dotados para fundar ciudades y donde los efectos de los sismos
son mucho menores que en otras con malos suelos de fundación. Temuco, como lo
hemos mencionado en distintas columnas y presentaciones, posee un muy buen
suelo, lo cual quedo demostrado en los últimos dos mayores terremotos
registrados en el mundo. El de 1960, cuyo epicentro pese haber estado más cerca
de la capital de La Araucanía, que de Valdivia y Concepción, produjo mucho
menos daño que en estas otras dos ciudades sureñas. El 27F tampoco produjo
daños de significación en la ciudad al
pie del Ñielol, como si los produjo en Concepción y otras ciudades de la zona
centro sur.
Aprender a convivir con esta
característica que depende del movimiento tectónico de las famosas dos placas,
significa también aprender a verles el lado positivo, si es que pueden tener
alguno. De hecho el poder sacarle partido vía desarrollo inmobiliario, es una
ventaja comparativa aprovechando el aumento de la población, como ocurrió con
las migraciones posteriores al terremoto del 60, que hicieron aumentar
notoriamente el número de habitantes de Temuco, mucho más allá que Valdivia,
por ejemplo.
Durante el terremoto del 60 ocurrió
el famoso Riñihuazo, que consistió en que sendos diques de tierra, ocasionados
por derrumbes de la montaña a las orillas del río San Pedro, lo embalsaron en
tres lugares, los primeros dos a 2 y 12 kilómetros aguas abajo. Todo lo cual
hizo subir peligrosamente el nivel del lago sobre los diez metros, algunos
lugareños hablan de veinte y que incluso el río Enco, que desagua el Lago
Panguipulli aguas arriba en el lago Riñihue, habría invertido su curso. Este
gran desastre natural, implicaba un gran peligro para los pueblos en el
trayecto fluvial hacia la costa y en especial para Valdivia, que podría haber
desaparecido producto de la avalancha de agua y lodo que se hubiera producido.
Si esto no ocurrió, fue en gran medida al esfuerzo de la ingeniería chilena,
encabezada por Raúl Saéz, quien comandó el trabajo de las unidades militares y
de cientos de trabajadores, junto con los 27 bulldozer, prácticamente todos los
que había en el país. A pala, debido al barro, se construyeron los canales que
permitieron liberar controladamente el agua evitando así la tragedia.
De esta titánica obra que
permitió salvar muchas vidas, no hay un museo de sitio ni señalización que
permita acceder al lugar, lo cual sin duda podría ser un gran sitio de interés
turístico.
Austral de Temuco