viernes, noviembre 18, 2011

La querida república

En la década del 60, los relatos que escuchábamos de nuestros mayores, nos traen a la memoria la entretenida vida que se desarrollaba en los distintos pueblos y ciudades, al alero de los clubes sociales o radicales. Tengo patente, el recuerdo del local del Tata Peña en Arauco, toda una institución en el pueblo, incluso después que terminaron los gobiernos radicales. No sólo se comía bueno y barato, además se practicaba la tolerancia y la no discriminación, a nadie se le negaba el poder servirse un rico pernil acompañado de un buen vaso de chichón o un pipeño, a veces medio pasado.

En estos verdaderos puntos de encuentro, junto con practicarse la política, también se construía capital social, lo interesante y valioso es que se hacía, de peon a paje y desde la base territorial misma. Hoy por el contrario el acelerado ritmo del centralismo político ha dejado en el olvido estas sanas costumbres de convivencia ciudadana, que permitían compartir decisiones y mantener  informada a la comunidad. No había Internet ni celulares, pero recibían la información a tiempo y directamente de sus parlamentarios.

El tiempo no ha pasado en vano y estas ricas costumbres se han alejado de los pueblos y de las personas, el desafío es poder volver a reencantarse con ellas, sobretodo pensando en los jóvenes, que no lo han escuchado ni menos practicado. Como recuperar o reconstruir esa parte de la vieja y querendona republica de antaño.

Como somos capaces de poner los incentivos más adecuados para que los profesionales y los profesores en especial, puedan volver a sus comunidades y pueblos o localidades de origen e entregar su esfuerzo mediante un proyecto al cual se postule y el gobierno se lo financie. Esto puede ser en parte, ya que el resto podría provenir de una combinación de aportes locales y de empresas que desean contribuir, acogiéndose a su responsabilidad social.

Mientras en regiones añoramos la vieja república, otros en el centro siguen con la costumbre de dividir el país, pareciera que nada hemos aprendido. Unos aleonando o avalando la violencia y las tomas que merman cada vez más la matricula de la educación pública, mientras los otros se refuerzan en sus ghettos de universidades privadas para lo cual cuentan con la taquilla de profesores más diversa, pero que sólo beneficia a los alumnos más escogidos que pueden pagarlas, a los que atraen como abejas a la miel, desde todo Chile.

En cambio, las universidades regionales sucumben en una lenta agonía provocada por un centralismo que las priva de los mejores elementos y un estado indolente que se hace el leso. Así pasan a ser un actor secundario sin ningún rol decisivo. Hay que cambiar “la problema” como diría un alemán, por aquí no va la solución del tema. Pero podría ir, ya que las universidades regionales, si se las dota y favorece vía discriminación positiva, de los recursos de magnitud que requieren, bien podrían ser la mejor herramienta para fortalecer la educación pública de calidad, desarrollar sus territorios de influencia y así dar las señales adecuadas de descentralización que el país requiere. Lo que en algún momento hizo bien la U. de Chile para el país, ahora le corresponde a las universidades regionales, estas se la pueden jugar por sus territorios. Son ellas las llamadas a liderar el desarrollo justo del país, recuperando el alma profunda de nuestra esencia nacional desde sus raíces. La misma que construyó la nación y la misma que iluminó a la patria en sus mayores desafíos.

La Prensa Austral de Punta Arenas
El Centro de Talca (12 nov 2011)
Austral de Temuco (30 nov 2011)