De un cuantuay
Los tiempos de cambio y revoltura
en la política nacional hacen que la gente añore la irrupción de líderes de
verdad, de esos que se atreven a tomar decisiones, no los de la cortada y
tampoco los que simpatizan a la primera con los revoltosos o les hacen guiños
para conquistarlos. Basta de barricadas, destrozos, paros indefinidos y
delincuencia, en estos tiempos se requieren líderes que sean capaces de
enfrentar con valentía los conflictos y si hay que poner las peras a 4, que
puedan hacerlo con el tino necesario pero con firmeza.
Basta de puerta giratoria y
condenas de terciopelo, que lo único que consiguen es que los delincuentes
abusen de lo garantista del sistema y más encima, se escapan como Pedro por su
casa. Ni las comunicaciones pueden salvar los errores
políticos ni las indefiniciones sirven para gobernar por ningún espacio de
tiempo.
En el gobierno, al parecer
sacaron la voz los “conservadores” o concertacionistas retro de la Nueva
Mayoría, quienes hasta hace muy poco, eran vilipendiados y mirados a huevo o
arrollados por la retroexcavadora, por parte de sus compañeros de ruta. Hoy van
al alza y aumentan su peso y llegada, solo falta el desenlace o recuento
después de la batalla final. Ahí se definirá, quien tendrá la cercanía y la
confianza con la patrona, para de ahí en adelante llevar la batuta, poder
encabezar en forma el equipo y de una vez por todas, se pueda contar una
conducción nítida y sostenida del proceso.
Los desafectados quedarán a la
vera del camino o deberán sumarse a regañadientes como actores de carácter
secundario. Sin duda, en materia de procesos y reformas políticas, no todo se
puede hacer de una, por muchas ganas que se tenga de hacerlo todo y ya.
Llevar
a cabo reformas profundas y de gran impacto y relevancia para el país, no se
puede hacer obviando la institucionalidad política, ni menos diseñárlas vía
compartimentos estancos, con técnicos o políticos de escasa experiencia y
redes. Lo cual, es esencial para darles la legitimidad y el compromiso que
permita una adecuada implementación, dada su complejidad por la magnitud que
aquello implica.
La ex ministra Mariana Aylwin en
un vespertino capitalino, afirma que la presidenta Bachelet “se subió al carro
de los movimientos sociales porque parecía ganador” y también declara
descarnadamente “la verdad es que el programa era inviable aún sin la crisis
económica y política.” La lección que se debe sacar de esta chaplinesca
incursión política con precampaña presidencial y todo lo que se ha venido
experimentando, es que se hace necesario instaurar una nueva forma de “hacer
bien las cosas a la chilena”. Esto es, proyectando, destacando y reforzando el
estilo y exigencia de trabajar bien y de una vez por todas, creerse el cuento
de que siempre es mejor hacerlo juntos y por el bien del país, en lugar de
perseguir principalmente beneficios electorales de corto plazo.
La Prensa Austral de Punta Arenas
Diario El Centro de Talca
El Austral de Temuco
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