Nuestra Política
Nuestra Política
Chile, conforme a
los datos entregados hace poco por la tercera edición del Barómetro de las
Américas, en la región es el país con más baja adhesión a los partidos
políticos. Menos de un 12% de los chilenos simpatiza con algún
partido político, comparado con
un 26% el 2006, y lejos del 61% de Uruguay o el 52% en Costa Rica, dos
democracias consolidadas. Esto no resulta muy prometedor,
ya que sabemos por nuestra experiencia histórica, a lo que nos puede conducir
el debilitamiento progresivo que ha estado insinuándose. Como olvidar las
graves consecuencias experimentadas en la década del 70. Se adelgazan y
debilitan las instituciones, para luego extremar la violencia, en el debate
primero y luego se pasa muy rápidamente a los combos y agresiones.
En época de
balances de fin de año, amerita trabajar transversalmente este asunto,
partiendo por solucionar las causas del porqué los jóvenes no están ni ahí con
la “política rancia”, que no da cuenta de la realidad nacional. Esta apenas
representa a grupos de poder o cúpulas centrales que se sacan los ojos entre
ellos y reacomodan las estructuras, para mantenerse siempre a cargo del buque.
El panorama resulta desolador, interminables tensiones internas, discusiones
cupulares, ausencia de propuestas atractivas para la ciudadanía y nula
renovación dirigencial. Aquí la tan manida y buscada renovación no llega,
porque el discurso es de la boca hacia fuera, tanto de los gastados dirigentes
como también de los jóvenes que, hace rato ya debieran haber asumido. Estos
últimos, mas parecen viejos chicos de la política, ya que piden lo mismo que hace 20 años, más democracia,
más recursos para los partidos políticos, al menos podrían cumplir con lo que
han prometido y, practicado lo que han predicado, un mínimo de consecuencia,
podría haber marcado la diferencia.
Para reencantar a la ciudadanía, no solo es necesario
ir por la apertura del padrón electoral y la inscripción automática, hay que
reformar la ley de partidos políticos y conjuntamente la ley electoral. Estas,
destruyen
la competencia y la flexibilidad en el sistema, impidiendo que éste se acomode
a las preferencias sociales. La primera impide
prácticamente que nazcan partidos nuevos para desafiar a los partidos
existentes (40 mil firmas inscripción) y por otro, blinda a las cúpulas al no
existir primarias ni votaciones universales para escoger candidatos y
directivas.
La generación del poder es el principal problema en
los partidos, la ley debe asegurar que este realmente surja de la base. La
democracia no es solo un proceso, esta se debe a un objetivo mayor. Los
partidos políticos deben responder a las distintas dimensiones, donde lo
regional es un aspecto largamente subestimado. La profesionalización de la
política necesariamente implica asegurar el que los actores partidarios estén
obligados a dar cuenta de la realidad, haciendo que las conversaciones y
decisiones de importancia no se limiten exclusivamente, como ocurre hoy en día
a las puras cúpulas nacionales. A quienes hace rato se les olvido el pueblo y
la gente. Hace falta la mística de los
Bomberos o de los clubes deportivos. Donde la participación es relevante, ya
que uno siente que influye en los resultados y disfruta con los logros como si
fueran propios.
Diego Benavente Millán
La Prensa Austral de Punta Arenas
Austral de Temuco (26 dic 2010)
El Centro de Talca (16 ene 2011)
La Prensa Austral de Punta Arenas
Austral de Temuco (26 dic 2010)
El Centro de Talca (16 ene 2011)