martes, diciembre 28, 2010

Nuestra Política

Nuestra Política

Chile, conforme a los datos entregados hace poco por la tercera edición del Barómetro de las Américas, en la región es el país con más baja adhesión a los partidos políticos. Menos de un 12% de los chilenos simpatiza con algún partido político, comparado con un 26% el 2006, y lejos del 61% de Uruguay o el 52% en Costa Rica, dos democracias consolidadas. Esto no resulta muy prometedor, ya que sabemos por nuestra experiencia histórica, a lo que nos puede conducir el debilitamiento progresivo que ha estado insinuándose. Como olvidar las graves consecuencias experimentadas en la década del 70. Se adelgazan y debilitan las instituciones, para luego extremar la violencia, en el debate primero y luego se pasa muy rápidamente a los combos y agresiones.

En época de balances de fin de año, amerita trabajar transversalmente este asunto, partiendo por solucionar las causas del porqué los jóvenes no están ni ahí con la “política rancia”, que no da cuenta de la realidad nacional. Esta apenas representa a grupos de poder o cúpulas centrales que se sacan los ojos entre ellos y reacomodan las estructuras, para mantenerse siempre a cargo del buque. El panorama resulta desolador, interminables tensiones internas, discusiones cupulares, ausencia de propuestas atractivas para la ciudadanía y nula renovación dirigencial. Aquí la tan manida y buscada renovación no llega, porque el discurso es de la boca hacia fuera, tanto de los gastados dirigentes como también de los jóvenes que, hace rato ya debieran haber asumido. Estos últimos, mas parecen viejos chicos de la política, ya que piden lo mismo que hace 20 años, más democracia, más recursos para los partidos políticos, al menos podrían cumplir con lo que han prometido y, practicado lo que han predicado, un mínimo de consecuencia, podría haber marcado la diferencia.

Para reencantar a la ciudadanía, no solo es necesario ir por la apertura del padrón electoral y la inscripción automática, hay que reformar la ley de partidos políticos y conjuntamente la ley electoral. Estas, destruyen la competencia y la flexibilidad en el sistema, impidiendo que éste se acomode a las preferencias sociales. La primera impide prácticamente que nazcan partidos nuevos para desafiar a los partidos existentes (40 mil firmas inscripción) y por otro, blinda a las cúpulas al no existir primarias ni votaciones universales para escoger candidatos y directivas.

La generación del poder es el principal problema en los partidos, la ley debe asegurar que este realmente surja de la base. La democracia no es solo un proceso, esta se debe a un objetivo mayor. Los partidos políticos deben responder a las distintas dimensiones, donde lo regional es un aspecto largamente subestimado. La profesionalización de la política necesariamente implica asegurar el que los actores partidarios estén obligados a dar cuenta de la realidad, haciendo que las conversaciones y decisiones de importancia no se limiten exclusivamente, como ocurre hoy en día a las puras cúpulas nacionales. A quienes hace rato se les olvido el pueblo y la gente. Hace falta  la mística de los Bomberos o de los clubes deportivos. Donde la participación es relevante, ya que uno siente que influye en los resultados y disfruta con los logros como si fueran propios.

Diego Benavente Millán
La Prensa Austral de Punta Arenas
Austral de Temuco (26 dic 2010)
El Centro de Talca (16 ene 2011)