Hacer la pega
En Chile somos los reyes del
diagnóstico, de acuerdo a cifras de Mideplan en 153 comunas al 2020 los adultos
mayores serán más que los niños. El lema es, “el último apaga la luz”, los
jóvenes se arrancan de sus territorios de origen y el centralismo sigue
campeando en todas las áreas. Pero hay algunos pocos que son impermeables a
estos problemas, nuestra elite que ha gobernado Chile, durante el último medio
siglo no ha sido capaz de generar ninguna política efectiva, importante y
decidida para desconcentrar el país. Nuestra educación, en especial de las
zonas más alejadas de las urbes y del centro, es pésima y la institucionalidad
no da el ancho para hacer de Chile un país competitivo. La política como factor
de cambio pasa piola hace rato, en su creciente deterioro ya está tocando
fondo.
A la hora de optimizar los
resultados electorales, rápida y transversalmente se llega acuerdo, pero para
hacer la pega y concordar soluciones para los grandes temas del país, todos
arrancan. A lo más frente a las crisis y urgidos por la contingencia, se
consensúan leyes que muchas veces complican en lugar de solucionar los
problemas.
Somos bipolares, cuando nos da
con algo le damos como caja y después generalmente nos lamentamos. No por la
Polar, hay que acabar con todos los empresarios y no porque el libre mercado
sirvió para generar desarrollo en distintas áreas y sectores habría que
endiosarlo y dejarlo que irrumpa urbi at orbi.
Ojala se haya aprendido la
lección para que ahora con la educación, en medio de la confusión por la
crisis, no se desprecie la contribución de las buenas y sacrificadas
experiencias de educación particular subvencionada. Este peligro siempre esta
latente ya que por lo general estamos acostumbrados a fijarnos más en los que
no cumplen, que en los que hacen bien su trabajo.
La causa y destino de la
educación pública no puede ser el escenario o plataforma mediática para
convertir líderes estudiantiles en futuros prospectos electorales, como ya se
anuncia en el mercado. Es hora de entrar a picar y de que empecemos a hacer el
trabajo difícil, las futuras generaciones no pueden esperar.
Las tomas y paros no son
conducentes al mejoramiento de la educación pública, muy por el contrario, poco
a poco la van demoliendo y degradando, “que padre mandará a su hijo a una
universidad que para cuatro meses o más”. De seguir así a corto andar nos
encontraremos con una matricula en educación pública que, producto de su merma
año a año, se irá secando hasta desaparecer. Todo esto con la complicidad de los
dirigentes que lideran los paros y tomas, quienes se rehúsan a verlo.
Los japoneses no hacen huelgas ni
paros, cuando están descontentos, se ponen de acuerdo y producen mucho más de
lo que normalmente hacen en un turno o período determinado, así demuestran
donde está el poder. Es necesario cambiar las viejas prácticas de protestar que
más que ayudar a las causas, las dañan. Hay que buscar las formas más novedosas
de manifestarse, de modo que no se impida el funcionamiento o dañe el bien que
se desea proteger, pero dejando en claro, quien tiene el poder de hacerlo
mejorar. Igual como los japoneses.
Es hora de empezar a hacer la
pega y dejar atrás las cantinelas, basta de seguir recauchando la estructura
institucional, habrá que ponerse de acuerdo de una vez por todas y diseñar “la
nueva institucionalidad”, la misma que nos permitirá insertarnos en un futuro
cada vez más competitivo. Los tiempos actuales nos enseñan que no existe la
utopía del camino fácil, Grecia, Italia y Europa lo están demostrando crudamente.
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