viernes, agosto 26, 2011

Una visión común

Si en la década del 70 la clase política no se hubiera enfrascado en la lucha fratricida que imperó en aquella época, donde cada partido tenía su correspondiente “brigada de choque”, se podría haber evitado la irrupción de Pinochet por largos 17 años. Para eso bastaba, haber concordado en dos importantes cambios, que la gran mayoría visualizaba y pedía a gritos, una segunda vuelta electoral, para impedir que gobernaran coaliciones minoritarias y en segundo lugar, un Banco Central autónomo, que cuidara la economía manteniendo la inflación bajo control, hoy tenemos las dos pero el costo sin duda fue muy alto.

Las protestas reiteradas y estiradas, hasta el cansancio de quienes sufren los embates de los violentistas, que se aprovechan de estas jornadas para saciar sus ganas de destrucción y figuración, pueden servir, en lugar de amplificar y magnificar un caos, como una gran oportunidad. Un momento estelar, de esos que los países deben saber aprovechar, para hincarle el diente a los cambios que hoy el país requiere, tanto en lo educacional como en su institucionalidad política. Sobretodo en lo concerniente a poder frenar el centralismo asfixiante, relevando la participación política y económica de las regiones, ya que de no ocurrir un profundo proceso de descentralización, como lo expresara el informe de la OCDE, la productividad nacional seguirá cayendo.

Sería muy lamentable que los partidos políticos, de gobierno y oposición, tropezaran con la misma piedra. La ciudadanía saco la voz y fuerte, independiente que algunos estén estirando el chicle del protagonismo para elevar su exposición pública. La canalización del malestar “social” hacia una fase “política” es indispensable, como lo expresa el sociólogo Patricio Vergara. Por lo tanto, lo importante es que todos los actores estén a la altura y sean capaces de sentarse con generosidad y sin intransigencia a una mesa, que pueda generar una visión común de entendimiento y gobernabilidad. Una mesa con al menos cuatro patas, siendo la primera de estas necesariamente el Gobierno, quien sin duda no puede eludir su rol de conducir el proceso, ya que fue elegido democráticamente para esto. Pero claramente conducir no implica imponer, más bien es escuchar, acoger y concordar. Otra pata sería, la oposición parlamentaria y en la siguiente los jóvenes y trabajadores, para en la última dejar al mundo regionalista, ciudadanos y municipios. Juntos con un procedimiento que aborde los problemas conforme a su factibilidad y premura, estableciendo para los más duros y de largo plazo, una metodología que consiga arribar a las mejores soluciones con la adecuada reflexión.

El tema educacional, por si solo amerita alinear todas las voluntades y esfuerzos necesarios y, a renglón seguido hay que airear el sistema político, incluyendo el repensar el binominal y el permitir que partidos regionales, se puedan constituir en una región. Así se profundizará la democracia y construirá ciudadanía regional.

Crear dos órganos independientes y técnicos, una Comisión de Productividad para la investigación sobre asuntos económicos, sociales y medioambientales que afectan el bienestar ciudadano, que ayude a elaborar las mejores políticas públicas de largo plazo. Y un Instituto de Descentralización para el Congreso, que pueda cautelar el efecto  descentralizador de las distintas políticas y leyes que el Gobierno presente, proponiendo sus mejoras. Si las leyes y políticas, no tienen esta mirada, pueden llegar a ser perjudiciales al interés ciudadano regional. Un ejemplo, la ley de presupuesto y los subsidios del Metro y Transantiago, aumentan el centralismo y las desigualdades territoriales.

La Prensa Austral de Punta Arenas
El Centro de Talca (03 sep 2011)
Austral de Temuco (14 ago 2011)