Una visión común
Si
en la década del 70 la clase política no se hubiera enfrascado en la lucha
fratricida que imperó en aquella época, donde cada partido tenía su
correspondiente “brigada de choque”, se podría haber evitado la irrupción de
Pinochet por largos 17 años. Para eso bastaba, haber concordado en dos
importantes cambios, que la gran mayoría visualizaba y pedía a gritos, una
segunda vuelta electoral, para impedir que gobernaran coaliciones minoritarias
y en segundo lugar, un Banco Central autónomo, que cuidara la economía
manteniendo la inflación bajo control, hoy tenemos las dos pero el costo sin
duda fue muy alto.
Las
protestas reiteradas y estiradas, hasta el cansancio de quienes sufren los
embates de los violentistas, que se aprovechan de estas jornadas para saciar
sus ganas de destrucción y figuración, pueden servir, en lugar de amplificar y
magnificar un caos, como una gran oportunidad. Un momento estelar, de esos que
los países deben saber aprovechar, para hincarle el diente a los cambios que
hoy el país requiere, tanto en lo educacional como en su institucionalidad
política. Sobretodo en lo concerniente a poder frenar el centralismo
asfixiante, relevando la participación política y económica de las regiones, ya
que de no ocurrir un profundo proceso de descentralización, como lo expresara
el informe de la OCDE, la productividad nacional seguirá cayendo.
Sería
muy lamentable que los partidos políticos, de gobierno y oposición, tropezaran
con la misma piedra. La ciudadanía saco la voz y fuerte, independiente que
algunos estén estirando el chicle del protagonismo para elevar su exposición
pública. La canalización del malestar “social” hacia una fase “política” es
indispensable, como lo expresa el sociólogo Patricio Vergara. Por lo tanto, lo
importante es que todos los actores estén a la altura y sean capaces de
sentarse con generosidad y sin intransigencia a una mesa, que pueda generar una
visión común de entendimiento y gobernabilidad. Una mesa con al menos cuatro
patas, siendo la primera de estas necesariamente el Gobierno, quien sin duda no
puede eludir su rol de conducir el proceso, ya que fue elegido democráticamente
para esto. Pero claramente conducir no implica imponer, más bien es escuchar,
acoger y concordar. Otra pata sería, la oposición parlamentaria y en la
siguiente los jóvenes y trabajadores, para en la última dejar al mundo
regionalista, ciudadanos y municipios. Juntos con un procedimiento que aborde
los problemas conforme a su factibilidad y premura, estableciendo para los más
duros y de largo plazo, una metodología que consiga arribar a las mejores
soluciones con la adecuada reflexión.
El
tema educacional, por si solo amerita alinear todas las voluntades y esfuerzos
necesarios y, a renglón seguido hay que airear el sistema político, incluyendo
el repensar el binominal y el permitir que partidos regionales, se puedan
constituir en una región. Así se profundizará la democracia y construirá
ciudadanía regional.
La Prensa Austral de Punta Arenas
El Centro de Talca (03 sep 2011)
Austral de Temuco (14 ago 2011)
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