sábado, junio 28, 2014

Para donde vamos

Revisando algunos de mis escritos de hace un par de décadas, en pleno auge económico, encontré algo que usé en una columna de hace 10 años, pero que nos viene como anillo al dedo en estos días, tal como nos venía en ese entonces. Al igual que ayer, nuestra sociedad parece resquebrajarse por la violencia juvenil, las inequidades territoriales y la mala distribución del ingreso, la tan repetida desigualdad.

Muchos creían y creen que nuestro país ya es otro, y esto, se nos reconoce en muchas partes del mundo, hemos ganado eficiencia y tenemos algunos grados de desarrollo que nunca antes habíamos siquiera soñado. Pero en un análisis humano de nuestra realidad que vemos, ¿estamos sólo ganando? o como en cualquier sistema económico además, algo estamos perdiendo o al menos sacrificando.

Me recuerdo, desde pequeño, lo amigos que siempre hemos sido en Chile, amigos en lo más completo de la palabra generosidad, pero creo que en nuestros días, esta característica está cayendo mas bien en desuso. Nos hemos envuelto en una carrera desenfrenada por lograr una meta grande, pero en el camino se nos están quedando muchas cosas, entre ellas algunas muy valiosas como por ejemplo lo son: la simpleza, la sencillez, la bondad y otras. Pero en cambio, cada vez queremos subir más y ganar en todo y si nos olvidamos del que está al lado, lo sentimos un rato, pero luego seguimos raudamente hacia arriba. Ya, en nuestra avanzada y civilizada sociedad, que vive en las grandes ciudades, mas bien parece un recuerdo lejano aquello que decía la canción: “...y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero...”  esto que era posible, porque entre nosotros nos queríamos de verdad, hoy en día, quién se atrevería a asegurarlo?

Pensemos qué hemos hecho por los demás este último tiempo..., mejor ni seguir. Nos hemos olvidado de algo que antes cultivábamos con gran orgullo, nuestra preocupación y respeto por los demás y más aún si éstos eran más humildes. Nunca es tarde, aprovechemos todo lo nuevo, mejoremos procesos, aumentemos la eficiencia de ellos, pero no sacrifiquemos ni perdamos lo lindo que hemos tenido siempre, el ser un pueblo unido y preocupado por sus semejantes. Sobretodo ahora que la convivencia política y su lenguaje de enfrentamiento parece ir escalando cada vez más, dejando atrás la política de los consensos.

En la historia reciente de “nuestro país” y no, “éste país”, como les gusta a muchos llamarlo, buscando desligarse al describir situaciones incomodas  en las que no les gustaría verse involucrados, se han emitido frases grandilocuentes a veces absurdas, algunas en su época incluso han sido muy aplaudidas. Gran parte de ellas reflejan o anuncian estados de crispación nacional. Si uno las ordena en una serie más o menos cronológica dan una impresión bastante acertada de lo que es nuestra idiosincracia nacional, tanto en lo político como en lo sociocultural.

Por ejemplo, como no recordar aquella época donde la convivencia política llegó a un extremo tal, con frases como: "no cambio una coma de mi programa ni por un millón de votos" o esta otra de la vereda del frente, "le vamos a negar la sal y el agua" o esta última, "no soy presidente de todos los chilenos". El resultado a esta lógica estéril de enfrentamiento total, fue lamentablemente el que nos llegara otra frase famosa, "no se mueve una sola hoja sin que yo lo sepa”.

La Prensa Austral de Punta Arenas
El Libertador de Rancagua (01 jun 2014)
El Centro de Talca (21 jun 2014)
Austral de Temuco (06 jul 2014)