Para donde vamos
Revisando algunos de mis escritos de hace un par de décadas, en
pleno auge económico, encontré algo que usé en una columna de hace 10 años,
pero que nos viene como anillo al dedo en estos días, tal como nos venía en ese
entonces. Al igual que ayer, nuestra sociedad parece resquebrajarse por la
violencia juvenil, las inequidades territoriales y la mala distribución del
ingreso, la tan repetida desigualdad.
Muchos creían y creen que nuestro país ya es otro, y esto, se nos
reconoce en muchas partes del mundo, hemos ganado eficiencia y tenemos algunos
grados de desarrollo que nunca antes habíamos siquiera soñado. Pero en un
análisis humano de nuestra realidad que vemos, ¿estamos sólo ganando? o como en
cualquier sistema económico además, algo estamos perdiendo o al menos
sacrificando.
Me recuerdo, desde pequeño, lo amigos que siempre hemos sido en
Chile, amigos en lo más completo de la palabra generosidad, pero creo que en
nuestros días, esta característica está cayendo mas bien en desuso. Nos hemos
envuelto en una carrera desenfrenada por lograr una meta grande, pero en el
camino se nos están quedando muchas cosas, entre ellas algunas muy valiosas
como por ejemplo lo son: la simpleza, la sencillez, la bondad y otras. Pero en
cambio, cada vez queremos subir más y ganar en todo y si nos olvidamos del que
está al lado, lo sentimos un rato, pero luego seguimos raudamente hacia arriba.
Ya, en nuestra avanzada y civilizada sociedad, que vive en las grandes
ciudades, mas bien parece un recuerdo lejano aquello que decía la canción: “...y verás como quieren en Chile al amigo
cuando es forastero...” esto que era
posible, porque entre nosotros nos queríamos de verdad, hoy en día, quién se
atrevería a asegurarlo?
Pensemos qué hemos hecho por los demás este último tiempo...,
mejor ni seguir. Nos hemos olvidado de algo que antes cultivábamos con gran
orgullo, nuestra preocupación y respeto por los demás y más aún si éstos eran
más humildes. Nunca es tarde, aprovechemos todo lo nuevo, mejoremos procesos,
aumentemos la eficiencia de ellos, pero no sacrifiquemos ni perdamos lo lindo
que hemos tenido siempre, el ser un pueblo unido y preocupado por sus
semejantes. Sobretodo ahora que la convivencia política y su lenguaje de
enfrentamiento parece ir escalando cada vez más, dejando atrás la política de
los consensos.
En la historia reciente de “nuestro país” y no, “éste
país”, como les gusta a muchos llamarlo, buscando desligarse al describir
situaciones incomodas en las que no les
gustaría verse involucrados, se han emitido frases grandilocuentes a veces
absurdas, algunas en su época incluso han sido muy aplaudidas. Gran parte de
ellas reflejan o anuncian estados de crispación nacional. Si uno las ordena en
una serie más o menos cronológica dan una impresión bastante acertada de lo que
es nuestra idiosincracia nacional, tanto en lo político como en lo
sociocultural.
Por ejemplo, como no recordar aquella época donde la
convivencia política llegó a un extremo tal, con frases como: "no cambio
una coma de mi programa ni por un millón de votos" o esta otra de la
vereda del frente, "le vamos a negar la sal y el agua" o esta última,
"no soy presidente de todos los chilenos". El resultado a esta lógica
estéril de enfrentamiento total, fue lamentablemente el que nos llegara otra
frase famosa, "no se mueve una sola hoja sin que yo lo sepa”.
La Prensa Austral de Punta Arenas
El Libertador de Rancagua (01 jun 2014)
El Centro de Talca (21 jun 2014)
Austral de Temuco (06 jul 2014)
El Libertador de Rancagua (01 jun 2014)
El Centro de Talca (21 jun 2014)
Austral de Temuco (06 jul 2014)
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