Liderazgo regional
En la Comisión
Asesora Presidencial para la Descentralización, Ismael Toloza, profesional del
Ider-Ufro, me hizo llegar un interesante documento sobre los múltiples factores
que inciden en procesos de desarrollo, asociados a detonar dinámicas que
mejoren las condiciones de vida de un entorno determinado. Entre los cuales,
están el “liderazgo”, como expresión de vanguardia en procesos de
transformación. Este puede estar
vinculado a una persona, una organización (público o privada) o grupo de personas u organizaciones, es decir,
a quienes frecuentemente deben asumir el rol de ponerse al frente del desafío y
atreverse a dar el primer paso, o continuar una senda pionera.
A nivel subnacional,
es decir a escala regional, territorial o local este fenómeno no es la
excepción, estableciéndose que los liderazgos son catalizadores del desarrollo,
facilitan la generación de condiciones y procesos de cambio.
Bajo esta dinámica
entonces, a nivel regional, la figura llamada a asumir este “liderazgo” es
precisamente quien ostenta la condición de primera autoridad, “el Intendente”.
Por tanto, existe una relación directa entre las posibilidades de desarrollo de
una región y la calidad de liderazgo existente en ella. El Estado debería
propender a generar las condiciones para que quien asuma este rol fundamental
en cada una de las regiones de Chile, sea la persona con las mejores
características para asumir este “liderazgo”, la más idónea, y por esa vía,
dotar al país de las voluntades y competencias necesarias para poner al frente
de cada región a la mejor persona.
Bajo las actuales
condiciones políticas y con Intendentes designados por el Presidente de la
República, esto no se cumple, toda vez, que quienes asumen este importante rol
en cada una de las regiones de Chile, no responden necesariamente al perfil
requerido para asumir este “liderazgo” movilizador y dinamizador de procesos de
desarrollo, ya que el único requisito sin equa-non es ser de “confianza” del
Presidente de la República. Del mismo modo el liderazgo descrito, requiere
además de cierta legitimación ciudadana, es decir que otros reconozcan cierta
autoridad en quien asume el desafío de llevar a adelante este proceso.
En consecuencia, el
actual sistema de designación de autoridades regionales dificulta o complejiza
la aparición de liderazgos con estas características. Si a lo anterior le
sumamos, un sistema de designación eminentemente de vinculación partidaria, el
universo respecto del cual escoger en el actual modelo es demasiado
restringido.
Pensar entonces en
un modelo alternativo, que asegure una mayor probabilidad de contar con
“liderazgos” para el desarrollo en cada región, es un imperativo frente al
rezago de éstas y las inequidades territoriales evidentes que presenta el país.
El desarrollo regional también requiere de mayor profundización de la
democratización de las regiones, de manera de acortar la brecha y las
distancias que implican para la ciudadanía regional su relación con el Estado
central para la resolución de los temas que los afectan directamente.
La alternativa
lógica, coincidiendo con Toloza, es impulsar la elección directa de la primera
autoridad regional, producto que este mecanismo permite dotar a las regiones de
una oferta de liderazgos cuyos respaldo ideológicos y prospectivos estén vinculados
a la propuesta de un modelo o proyecto región. Lo anterior, permite la
generación de liderazgos con legitimidad democrática, acercar el Estado a la
ciudadanía y por sobre todo, posibilitar un proceso de discusión respecto de
cuál es el proyecto región que interpreta a cada uno de los territorios en
Chile.
El Libertador de Rancagua
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