sábado, mayo 04, 2013

La añorada provincia

Son muy gratos los recuerdos, de lo que vivieron nuestros mayores, de la sana convivencia ciudadana que se producía hasta en el pueblo más chico de la comarca en los clubes radicales, como el Tata Peña en Arauco, donde se  reunían de peón a paje a pensar el país, los integrantes de la sociedad local que se informaba y participaba de las noticias y temas que le aportaban sus líderes. Hoy la frialdad del individualismo hace que la gente migre buscando refugio en el bullicio y luces de la ciudad y todos ya sabemos donde esto termina finalmente, en la gran capital.

Ahora los males que antes eran la sal de la vida, cuando eran a escala humana, se han transformado en monstruos incontrolables que como fuerzas inmanejables dominan los procesos, así esta sociedad que hemos estado construyendo, se aleja cada vez más del ser humano.

Sin duda se requiere una sociedad con mayor justicia, equidad y progreso, pero sin pagar el alto costo que ha significado el olvidarse de la añorada provincia. Hay una escasez de espacios de reflexión que son los lugares donde la ciudadanía se siente parte del todo, donde se piense Chile en conjunto. Esto refleja a nuestro juicio el gran mal de Chile o el mal mayor, el centralismo concentrador, cual es el escucharse sólo entre los integrantes de la elite y despreciar la diversidad y el valioso aporte que pueden hacer las regiones.

En pocas palabras se nos olvidó el relleno del alma, se nos quedo a medio camino, en esta vertiginosa carrera por alcanzar el desarrollo, en parte llego la inversión y la producción a las regiones, pero las utilidades y la conducción estratégica se trasladaron y quedaron en el barrio alto. Tal como lo decía Mc Iver, hace mas de 100 años atrás, así "me parece que nos somos felices". Un país concentrado con puras casas centrales capitalinas. Una megaciudad donde todos aspiran a estar y donde muy pocos, de los que allí viven, están dispuestos a jugársela o a pelar el ajo en los territorios, para que decir de lo que significa vivir en los extremos más alejados. Empresas y universidades regionales, por ejemplo terminan atraídas por el brillo y volumen del gran mercado, concentrando peligrosamente gran parte del talento nacional en solo el 2% de la superficie del país. Así no se construye país.

Por un lado, hemos perdido la calma y la pausa reflexiva de la querida y añorada provincia, más cercana en toda su expresión y por otro, nos ha costado darle sentido y pertinencia, como también creernos el cuento de las regiones, que curiosamente se crearon como emblemas de la regionalización y descentralización, pero las hemos construido en extremo dependientes de la capital y su elite central. Una elite política, social y económica, mayoritariamente seguidora y pauteada por las encuestas y protestas, que voluntariamente renuncia a relevar la actividad política usando su voluntad de influir y dirigir.


Somos la gente de regiones los llamados a resolver este gran problema, la solución en este caso no provendrá de la capital, habrá que ponerse el overol y el traje de combate cuando corresponda, para hacer lo que nadie de las cúpulas centrales hará. Hay que ponerse el overol para pensar Chile desde las regiones, con sus actores reales. Ya basta de ser inducidos y digitados, casi como a control remoto desde Santiago. Este país, como les gusta llamarlo a algunos, como queriendo desligarse frente aspectos que no le agradan. Es y debe ser nuestro país, tanto en las buenas como en las malas y si no lo salvan los provincianos, se irá literalmente al tacho. Y ante esto si hay que ponerse el traje de combate, para exigir con fuerza lo que nos corresponde, lo nuestro, lo que se nos ha privado por largas décadas y de lo cual otros, por allá lejos, han estado usufructuando por mucho tiempo.

El Libertador de Rancagua
Austral de Temuco (12 may 2013)