sábado, enero 26, 2013

El centralismo y lo mapuche

En el marco del conflicto mapuche, algunos trágicos hechos que han ocurrido en la comuna de Vilcún, han marcado la agenda pública. El año 2008 cuando muere baleado Matias Catrileo, provocó en su época que el ejecutivo le pusiera urgencia y lograra la aprobación del Convenio 169, que estaba en debate desde el año 1989. En otro hecho trágico, al comienzo de este año, mueren calcinados el matrimonio Luschsinger-McKay, a corto andar el gobierno desde La Moneda anuncia una reforma constitucional, proyecto de ley que contempla otorgarle el reconocimiento constitucional a los pueblos originarios y además la creación de un Consejo de Pueblos Originarios. 



La encrucijada que se produce frente al uso de la violencia y el combate de ésta por parte de la autoridad, sumado al desconocimiento de los líderes nacionales, es uno de los temas claves. La Araucanía se puede llenar de carabineros y PDI pero si no hay, por un lado, un respaldo sólido a su accionar y por otro, una capacidad adecuada de articulación, análisis y anticipación en materia de inteligencia, asegurando la permanencia de su aprendizaje y experticia en el tiempo, se seguirá sin solución. Ya que todo lo bueno que pueda hacer en materia de desarrollo cualquier gobierno, se viene abajo con estos hitos trágicos, que buscan impactar mediáticamente en fechas emblemáticas a la atención pública.




La ausencia de liderazgos legitimados en los territorios, producto de un país extremadamente centralizado, con ejemplos como la no elección de los intendentes regionales, hace mucho más difícil la situación. Esto consigue que las decisiones complicadas descansen siempre en los hombros de las autoridades nacionales, que muy poco logran pispar sobre el tema y menos haber vivido la experiencia y su complejidad, de manera directa en sus breves períodos de gobierno. Todo esto hace prácticamente imposible que el país pueda aspirar, bajo este esquema, a construir una agenda transversal que aborde esta temática de tanta importancia para el desarrollo del sur de Chile, en aras de un desenvolvimiento económico bajo un clima de paz y tranquilidad.




Para avanzar en pos de una solución, hay que hacerlo en todos los frentes y de manera permanente, ya que el preocuparse, como ha sido la tónica hasta la fecha, fundamentalmente cuando ocurren hechos violentos, lo único que produce es marcar con fuego los avances y anclarlos como grandes hitos de la estrategia de los grupos ideologizados que usan la violencia como medio de acción para imponer sus argumentos, sin importarles mayormente si estos coinciden o representan lo que la mayoría de las comunidades mapuches aspiran. Por el contrario, la gran mayoría regional y nacional, mapuche y no mapuche, que es contraria al uso de la violencia se encuentra desamparada por la inacción de sus líderes en esta materia. Los proyectos que surgen en las crisis, como dice un abogado amigo, tienden a profundizar los problemas, más que ayudar a solucionarlos.





La participación de uno de los actores principales del territorio, es decir los mapuches, sin duda es otro de los elementos clave y ausente en este esquema centralizador. Incluso en los tiempos duros de Pinochet, se fue mucho más abierto en el tema indígena en La Araucanía. Bajo su mandato se conformó, en 1977, el Consejo Regional Mapuche, órgano que dependía y debía trabajar en conjunto con la Intendencia Regional, el cual estaba integrado por los representantes de los consejos comunales mapuches, los cuales eran elegidos por el consejo de lonkos de cada comuna con alta población indígena.

El Libertador de Rancagua
El Centro de Talca (26 ene 2013)