Cuadrar la caja
Durante esta
semana, con las masivas protestas magallánicas por el alza del gas inconsulta,
una vez más han quedado en evidencia las diferencias que existen entre un
CHILE, así con mayúscula, grande, centralista, desarrollado, ya casi del primer
mundo y otro chilecito, pronunciado bajito para que no se enoje el patrón, esquilmado y telecomandado desde la Capital,
especialmente para que no se puedan producir alborotos que incomoden la placida
vida de nuestras elites.
La cosa no funciona
bien así, no importa el tiempo, el color político o la instancia, en este juego
centralista o crónica de un resultado anunciado, que es siempre el mismo, nunca
ganan las regiones. Cuando hay que buscar la ayuda del colectivo y financiar
las mega obras capitalinas, las regiones siempre listas, pero cuando hay que
cuadrar la caja, de nuevo son las regiones las que se tienen que poner.
Hasta cuando
deberemos soportar subsidios o financiar proyectos no rentables para Santiago
y, por el contrario, recibir siempre la puerta en las narices cuando alguna
región osa pedir alguna obra de adelanto cuya rentabilidad no este en el rango
definido. Para nada importa que sea la prioridad uno de la comunidad regional o
el gran proyecto que pueda contribuir a gatillar un desarrollo por años
postergado. Unos deben cumplir estrictamente las reglas, ponerse con las cuotas
y el otro, que escribe las reglas del juego y las fiscaliza, es el que siempre
se lleva la tajada del león y cuando le falta, no tiene empacho, si es necesario
incluso, cambiar las reglas y echar mano al presupuesto de los cumplidores.
El triste diagnóstico en el cual estamos sumidos como país, lo describe
muy bien el ex diputado y federal Esteban “Teo” Valenzuela en un reciente
articulo en un medio electrónico, “La lógica es que el centro mantiene el poder
y la periferia se queja, en un juego insoportable de dominación, cooptación y
queja que han inhibido un mayor dinamismo territorial, descentralización
apropiada, apuestas de desarrollo y potenciamiento de lo que los expertos
llaman el nivel meso de los países.”
Para colmo en Chile los equilibrios o contrapesos políticos no existen,
puesto que ante un presidencialismo centralista exacerbado y un parlamento
centralmente designado en su gran mayoría, todas las decisiones se concentran y
perpetúan en la capital. Con el agravante que este proceso se repite en todas
las esferas sociales, empresariales, culturales, de defensa y justicia, por
nombrar algunas solamente. Por lo tanto y cada vez más, se hace evidente la falta
de un poder político territorial que por un lado, de cuenta de las necesidades
y requerimientos regionales y por otro, mediante potentes liderazgos con
arraigo territorial, pueda servir de contrapeso al eje político central tan
gravitante hoy en día en el país.
Una institucionalidad que permita potenciar las regiones y por esta vía dotarlas del poder político, decisiones y recursos de significación, impulsando a la vez un proceso sostenido de traspaso de poder hacia los territorios, parte por la descentralización política. Se debe compartir y distribuir el poder de gobernar y la toma de decisiones en los distintos territorios, confiando en las personas de regiones, lo cual pasa necesariamente por democratizar los gobiernos regionales, eligiendo a consejeros e intendentes regionales. Nunca se tendrá territorios con aportes y decisiones relevantes, si unos deciden por otros, hasta en lo más básico, cual es el poder elegir al líder encargado de conducir el desarrollo regional.
Al igual que el Teo Valenzuela, abrigo las esperanzas que “quizás los
círculos dominantes entiendan que es posible un “arreglo democrático” que
implique niveles reales de autonomía y fondos de convergencia territorial
significativos. Tienen la historia por delante para cambiar su curso.” Así sea.
Austral de Temuco
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