Centralismo de siempre
Chile se ha construido a lo largo
de su historia a través de una excesiva concentración de poder político,
económico, cultural y social, en una ínfima superficie de su territorio. Todo
lo cual ha ido acompañado de manifiestas e irritantes desigualdades en los
niveles de vida y en las posibilidades de desarrollo entre los chilenos que
viven en la región capital y en el resto del país, coexistiendo dos realidades
muy contrastadas donde el nivel de concentración territorial se ha transformado
en el principal obstáculo a su desarrollo. Situación que a pesar de algunas
políticas, ha continuado agravándose, si se analizan algunos indicadores, como
el que la economía de la región metropolitana crece a tasas muy superiores al
promedio nacional, pasando Santiago del 40% del PIB de Chile en los años 80 a
sobre el 50% en hoy en día.
Asimismo diversos estudios, como
el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, concluyen en que la Región
Metropolitana experimenta lejos la mejor situación de acceso a la salud,
educación, cultura, vivienda y saneamiento. Tanto como la concentración de
infraestructura y de servicios y por ende las mejores oportunidades para sus habitantes, que obtienen en promedio un
mayor nivel de remuneraciones y mejores posibilidades de trabajo, tanto en
cantidad como calidad.
En contraste con los menores
ingresos, los chilenos de regiones son los que pagan mayores precios y costos
por acceder a servicios básicos. Así en promedio deben cancelar entre un 5%, un
15% o aún más por los servicios de electricidad, teléfono, agua,
alcantarillado, combustible o para adquirir su alimentación y vestuario. Chile
castiga a los compatriotas que viven fuera de la capital, aunque ellos sean los
que con el cobre, el salitre y el hierro, la pesca, ganadería y agroindustria,
la explotación de los bosques y el petróleo son los que han creado la riqueza
nacional.
“El pago de Chile” explica que los
más calificados recursos humanos migren desde las regiones a la capital.
Santiago sigue siendo una de las regiones que más crece en contraste, por
ejemplo con las regiones del Sur, que tienen tasas de crecimiento
extraordinariamente bajas.
Todas las fuerzas políticas han
planteado desde hace décadas la urgencia de detener la concentración
territorial del desarrollo y materializar el mandado constitucional de
erradicar las discriminaciones de todo tipo, incluyendo la segregación de los
chilenos según el lugar donde viven. Chile requiere con urgencia democracia,
participación ciudadana y equidad en las posibilidades de desarrollo de los
territorios, las comunidades y para cada persona.
Muchas políticas públicas
supuestamente no discriminatorias terminan en la práctica agudizando el
centralismo y la discriminación entre los chilenos. En las regiones irritan los
anuncios recurrentes de grandes inversiones para resolver los problemas de
congestión que ha generado el excesivo crecimiento de Santiago, como lo ha sido
el Transantiago y el Metro, por nombrar solo dos casos.
En la práctica, como lo señalan
numerosos indicadores y estudios de organismos nacionales e internacionales es
que el Estado no está tratando por igual a
los chilenos: algunos son sistemáticamente beneficiados, otros
perjudicados. En este contexto, la política de descentralización, está lejos de
ser un esfuerzo que revierta los desequilibrios históricos y asegure la
integración en igualdad de condiciones de todas las comunidades regionales y
locales al proceso y a los beneficios del desarrollo.
El Centro de Talca
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home