viernes, abril 15, 2011

Centralismo de siempre

Chile se ha construido a lo largo de su historia a través de una excesiva concentración de poder político, económico, cultural y social, en una ínfima superficie de su territorio. Todo lo cual ha ido acompañado de manifiestas e irritantes desigualdades en los niveles de vida y en las posibilidades de desarrollo entre los chilenos que viven en la región capital y en el resto del país, coexistiendo dos realidades muy contrastadas donde el nivel de concentración territorial se ha transformado en el principal obstáculo a su desarrollo. Situación que a pesar de algunas políticas, ha continuado agravándose, si se analizan algunos indicadores, como el que la economía de la región metropolitana crece a tasas muy superiores al promedio nacional, pasando Santiago del 40% del PIB de Chile en los años 80 a sobre el 50% en hoy en día.

Asimismo diversos estudios, como el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, concluyen en que la Región Metropolitana experimenta lejos la mejor situación de acceso a la salud, educación, cultura, vivienda y saneamiento. Tanto como la concentración de infraestructura y de servicios y por ende las mejores oportunidades para  sus habitantes, que obtienen en promedio un mayor nivel de remuneraciones y mejores posibilidades de trabajo, tanto en cantidad como calidad.

En contraste con los menores ingresos, los chilenos de regiones son los que pagan mayores precios y costos por acceder a servicios básicos. Así en promedio deben cancelar entre un 5%, un 15% o aún más por los servicios de electricidad, teléfono, agua, alcantarillado, combustible o para adquirir su alimentación y vestuario. Chile castiga a los compatriotas que viven fuera de la capital, aunque ellos sean los que con el cobre, el salitre y el hierro, la pesca, ganadería y agroindustria, la explotación de los bosques y el petróleo son los que han creado la riqueza nacional.

“El pago de Chile” explica que los más calificados recursos humanos migren desde las regiones a la capital. Santiago sigue siendo una de las regiones que más crece en contraste, por ejemplo con las regiones del Sur, que tienen tasas de crecimiento extraordinariamente bajas.

Todas las fuerzas políticas han planteado desde hace décadas la urgencia de detener la concentración territorial del desarrollo y materializar el mandado constitucional de erradicar las discriminaciones de todo tipo, incluyendo la segregación de los chilenos según el lugar donde viven. Chile requiere con urgencia democracia, participación ciudadana y equidad en las posibilidades de desarrollo de los territorios, las comunidades y para cada persona.

Muchas políticas públicas supuestamente no discriminatorias terminan en la práctica agudizando el centralismo y la discriminación entre los chilenos. En las regiones irritan los anuncios recurrentes de grandes inversiones para resolver los problemas de congestión que ha generado el excesivo crecimiento de Santiago, como lo ha sido el Transantiago y el Metro, por nombrar solo dos casos.


En la práctica, como lo señalan numerosos indicadores y estudios de organismos nacionales e internacionales es que el Estado no está tratando por igual a  los chilenos: algunos son sistemáticamente beneficiados, otros perjudicados. En este contexto, la política de descentralización, está lejos de ser un esfuerzo que revierta los desequilibrios históricos y asegure la integración en igualdad de condiciones de todas las comunidades regionales y locales al proceso y a los beneficios del desarrollo.

El Centro de Talca