sábado, abril 02, 2011

Santiaguinos

Para saber más de uno de nuestros principales males como país, el centralismo, es esencial conocer a fondo a quienes han alimentado y creado este problema, la sociedad capitalina, que, si bien en ningún caso lo idearon a proposito, tampoco han hecho mucho por moderarlo, muy por el contrario, apenas lo administran. Hace rato que se les escapo de las manos. La gran mayoría se siente incapaz de abordarlo y a lo mas lo administran para propia conveniencia, sin hacerse cargo del gran daño que producen al resto del país, ni menos generando contrapesos o compensaciones para las regiones. En todo esto, incluso ni siquiera lo hacen bien en la administración de su propio entorno citadino, consiguiendo convertir a Santiago en una urbe de mala calidad de vida, tanto en el concierto nacional como internacional.

Hace bastante tiempo, en su columna sobre la ciudad de Santiago, Miguel Laborde buscando una explicación a los desaciertos urbanísticos de la capital, define a sus habitantes escribiendo: “Al santiaguino le cuesta la crítica, lo personal y subjetivo. Prefiere rayar la cancha y entregar el poder a las leyes, a los reglamentos. Sabe que no tiene Autodisciplina, que depende de la ley y la autoridad. Esta blandura de carácter lo empuja a la mentira social, la pillería, la viveza criolla, la insidia, la calumnia. Pierde la disciplina de la rectitud, y se distancia de la Honestidad. La ciudad se hace insegura. Todo es entonces esporádico, sin compromisos serios y duraderos, sin constancia, lo que corroe la vida social. dificulta el trabajo en equipo, sabotea los liderazgos, facilita el oportunismo. Así desaparece la Lealtad. Sólo se construye para hoy, provisorio, lo que mañana se demolerá.”

Es interesante que alguien como Laborde haga esta acertada definición respecto a la condición de ser santiaguino, de alguna forma explica en la multiplicidad de errores que la gran capital ha ido acumulando. Lo triste es que nuestro destino como país ha estado en gran medida, centralizado en manos de  sus habitantes, los que no han sido capaces ni siquiera de construir una ciudad, como ya decíamos, que sea grata o segura para vivir. Los zarpazos de la violencia, drogadicción y el aire contaminado con smog, han convertido a nuestra capital en una ciudad caótica.

El hacinamiento en viviendas sociales defectuosas y la segregación de barrios según condición social es el caldo de cultivo de conductas perversas como las de las Barras Bravas, las agresiones filmadas del Barti y el asalto de menores a choferes de microbuses, las protestas callejeras, el microtráfico, etc. Así el futuro se ve feo, ya que es la calle la que los forma desde niños, y como el medio nivela hacia abajo, los modelos que prevalecen son los más malos y audaces en desafiar y destruir todo lo que representa el sistema que les ha negado oportunidades, en una ciudad con contrastes sociales insuperables.


De ahí la importancia que reviste el poder organizar una resistencia regionalista activa, que pueda estar permanentemente denunciando los abusos y convocando a la ciudadanía regional, aprovechando instancias como el reciente Día de las Regiones para sumar voluntades de norte a sur. Así podremos alcanzar el día en que el poder político con arraigo regional, sea el que gobierne y oriente el desarrollo nacional, que reemplace la visión única de una elite centralista que hace rato no está dando el ancho.

El Centro de Talca