Santiaguinos
Para saber más de uno
de nuestros principales males como país, el centralismo, es esencial conocer a
fondo a quienes han alimentado y creado este problema, la sociedad capitalina,
que, si bien en ningún caso lo idearon a proposito, tampoco han hecho mucho por
moderarlo, muy por el contrario, apenas lo administran. Hace rato que se les
escapo de las manos. La gran mayoría se siente incapaz de abordarlo y a lo mas
lo administran para propia conveniencia, sin hacerse cargo del gran daño que producen
al resto del país, ni menos generando contrapesos o compensaciones para las
regiones. En todo esto, incluso ni siquiera lo hacen bien en la administración
de su propio entorno citadino, consiguiendo convertir a Santiago en una urbe de
mala calidad de vida, tanto en el concierto nacional como internacional.
Hace bastante tiempo,
en su columna sobre la ciudad de Santiago, Miguel Laborde buscando una
explicación a los desaciertos urbanísticos de la capital, define a sus
habitantes escribiendo: “Al santiaguino le cuesta la crítica, lo personal y
subjetivo. Prefiere rayar la cancha y entregar el poder a las leyes, a los
reglamentos. Sabe que no tiene Autodisciplina, que depende de la ley y la
autoridad. Esta blandura de carácter lo empuja a la mentira social, la
pillería, la viveza criolla, la insidia, la calumnia. Pierde la disciplina de
la rectitud, y se distancia de la Honestidad. La ciudad se hace insegura. Todo
es entonces esporádico, sin compromisos serios y duraderos, sin constancia, lo
que corroe la vida social. dificulta el trabajo en equipo, sabotea los
liderazgos, facilita el oportunismo. Así desaparece la Lealtad. Sólo se
construye para hoy, provisorio, lo que mañana se demolerá.”
Es interesante que
alguien como Laborde haga esta acertada definición respecto a la condición de
ser santiaguino, de alguna forma explica en la multiplicidad de errores que la
gran capital ha ido acumulando. Lo triste es que nuestro destino como país ha
estado en gran medida, centralizado en manos de
sus habitantes, los que no han sido capaces ni siquiera de construir una
ciudad, como ya decíamos, que sea grata o segura para vivir. Los zarpazos de la
violencia, drogadicción y el aire contaminado con smog, han convertido a
nuestra capital en una ciudad caótica.
El hacinamiento en
viviendas sociales defectuosas y la segregación de barrios según condición
social es el caldo de cultivo de conductas perversas como las de las Barras
Bravas, las agresiones filmadas del Barti y el asalto de menores a choferes de
microbuses, las protestas callejeras, el microtráfico, etc. Así el futuro se ve
feo, ya que es la calle la que los forma desde niños, y como el medio nivela
hacia abajo, los modelos que prevalecen son los más malos y audaces en desafiar
y destruir todo lo que representa el sistema que les ha negado oportunidades,
en una ciudad con contrastes sociales insuperables.
De ahí la importancia
que reviste el poder organizar una resistencia regionalista activa, que pueda
estar permanentemente denunciando los abusos y convocando a la ciudadanía
regional, aprovechando instancias como el reciente Día de las Regiones para
sumar voluntades de norte a sur. Así podremos alcanzar el día en que el poder
político con arraigo regional, sea el que gobierne y oriente el desarrollo
nacional, que reemplace la visión única de una elite centralista que hace rato
no está dando el ancho.
El Centro de Talca
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