viernes, agosto 09, 2013

Recaudación y populismo

Muchos políticos giran anticipadamente, a cuenta de las reformas tributarias como si fueran la gran panacea. Para algunos, solo basta legislar y luego comenzar a contar los billetes, lamentablemente la cosa no es tan fácil e incluso requiere tener muy presente el equilibrio que debe haber de modo de no provocar un impacto inverso. Como reza el dicho, en esto, no todo lo que brilla es oro, ni todo lo que se desea recaudar como impuestos se termina recaudando, hay que estudiar muy bien la situación económica y tributaria nacional, antes de proceder a definir los términos de una reforma tributaria.

Como lo expresa en un matutino dominical el ex ministro de Economía y ex presidente del Banco Central, José de Gregorio, economista que recién se integró al equipo económico de Bachelet, "hay que conciliar una fórmula que tenga el menor impacto en el crecimiento económico y que sea justa, en términos redistributivos."

La curva de Laffer, esbozada en una servilleta por el economista Arthur Laffer, asesor del presidente Ronald Reagan, logra demostrar que subiendo los impuestos puede incluso caer la recaudación. Ya que en ocasiones, es precisamente, con rebajas fiscales como se recauda más. Ya que inicialmente los ingresos tributarios aumentan con una mayor tasa impositiva. Sin embargo, estos ingresos declinan cuando esta aumenta, pues hay un momento a partir del cual la tasa impositiva se considere tan alta, que los contribuyentes comienzan a dejar de pagar impuestos, ya que pasa a ser más rentable el fraude, la elusión o el ocio, que la inversión o el trabajo.

Por ejemplo en Islandia entre 1991 y 2001 con la tasa impositiva disminuyendo gradualmente desde el 45% hasta el 18% los ingresos fiscales se triplicaron. A partir del 2001 los ingresos se volvieron a triplicar, mientras la economía crecía a una tasa media del 4%.

Asimismo, otro factor a considerar y que normalmente se pasa por alto, es el hacer más eficiente la administración y burocracia del Estado, que por su antigua data y centralismo endémico, en nuestro país, se ha convertido en una tremenda carga para el erario nacional. Una súper estructura que por la vía de la reingeniería institucional y una reforma administrativa, cada vez más descentralizadora, se podría simplificar, disminuir y desburocratizar, producto de una gestión gubernamental eficaz y un espíritu transversal que oriente a los actores políticos. Recortar unidades ineficientes, modernizarlas y traspasar funciones a las regiones, son parte de las medidas que cuestan y duelen, pero no hacerlo significa seguir hipotecando un desarrollo nacional mas equilibrado, que le permita a Chile competir adecuadamente en una economía mundial cada vez más globalizada.

También hay que tener presente, la necesidad de desnudar algunas medidas populistas que se plantean generalmente en épocas electorales, por ejemplo la gratuidad universal, que según Sebastián Edwards, "es una política que, en sí misma, redistribuye dineros desde los más pobres hacia los grupos de mayores recursos." Y aclarar otras como, lo de una AFP estatal, pues "hay que ver en que consistirá en concreto, pero eso no significa terminar con el actual sistema previsional." A renglon seguido agrega que, los cambios en esta area, “deben hacerse dentro del actual marco institucional. Justamente, es esa institucionalidad una de las principales fortalezas de nuestra economía y hay que respetarla. Dicha fortaleza institucional ha sido fundamental en explicar nuestro éxito económico." Institucionalidad que recientemente, recibió el premio anual de Icare, representada en el ex-ministro de Hacienda Alejandro Foxley y el actual, Felipe Larrain.

La Prensa Austral de Punta Arenas
El Libertador de Rancagua (27 jul 2013)
El Centro de Talca (16 ago 2013)