Ojo, con dar pescado
Uno de los peligros
de la política es caer en el asistencialismo, ya que de ahí al populismo hay un
solo paso. El cambio de gobierno, al asumir una coalición de centro derecha,
implicaba que las señales serían enseñar a pescar e incluso a cultivar para
emprender, asegurando así autonomía y sustentabilidad. Sin embargo, pese a que
el emprendimiento es uno de los ejes estratégicos fundamentales, también es
posible observar una serie de señales que se contradicen con este objetivo y
que se acercan peligrosamente a extremar el dar pescado en lugar de fortalecer
el músculo de la autonomía y el dar acceso a oportunidades.
En una reciente columna dominical, titulada "Populismos de derecha",
Sebastián Edwards, describía este fenómeno, "En nuestro propio Chile hemos
presenciado una seguidilla de medidas populistas impulsadas por la actual
administración. Nada grandioso o abiertamente nefasto. Pero las medidas están
ahí, huelen mal y son preocupantes." Y concordando con Edwards, el populismo
no es un monopolio de la izquierda, y lo que es más grave "estos
populismos van minando los cimientos de la institucionalidad y de la fortaleza
de los países."
Siempre será más
fácil continuar con políticas paternalistas donde abunden los subsidios de todo
tipo, lo difícil es innovar, teniendo presente las distintas realidades
involucradas y ponerse en el lugar del que necesita, para acompañarlo en el
camino duro de adquirir las competencias que le faltan. Para que así pueda
salir de su condición de pobreza, lo antes posible y por sus propios medios. En
un país centralista, que tiende a uniformarlo todo, cuya superestructura
central conoce muy poco de la diversidad de sus territorios, se corre el
peligro de inventar programas y subsidios, con generosos beneficios, pero con
muy pocas exigencias. Así lo único que se logrará, es chutear el problema por
unas décadas más.
La infinidad de
programas nacionales de carácter uniforme que se ponen en marcha, la mayoría de
las veces sin mayor análisis del impacto que provocan a nivel local o
territorial y, que van dirigidos a los mismos beneficiarios, donde a muchos de
ellos se les obliga a optar entre uno y otro, provoca un ahogo de iniciativas
de desarrollo. Donde como es natural, los favorecidos optan por aquellos con menores
exigencias y barreras de ingreso, y por supuesto, los que les exigen menor
esfuerzo. Esta señal perversa, es la que está provocando que sean cada vez
menos los que estén dispuestos a trabajar, como alternativa a poder optar
frente a una atractiva batería de ayudas.
Comentarios como
el, “no me haga imposiciones patrón, ve que me van a eliminar de la lista de
beneficiarios de tal o cual subsidio”, se escucha cada vez más. ¿No estaremos
acaso fomentando en demasía la ley del mínimo esfuerzo o aumentando la
población de los que se las ingenian para vivir al alero del Estado? Así se
corre el riesgo de estar atrofiando el músculo de nuestra gente, llenándolos de
subsidios y regalías que no conllevan mayores esfuerzos y compromisos a cambio. A costo cero todos quieren y hasta la cola
más larga, no molesta. Para variar, aquí la descentralización tiene mucho que
decir, ya que al delegar y confiar en las personas que están más cerca, la
definición y diseño de los programas, sin duda se consigue mayor pertinencia y
mejores resultados.
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