Pobreza y entereza
Pobreza y
entereza
Recientemente se conocieron los resultados de la Encuesta de Caracterización
Socioeconómica Nacional CASEN que aplica Mideplan desde 1987, difundidos ampliamente
como ocurre siempre. Moros y cristianos afilaron sus hachas y salieron a la
palestra pública. La cosa estuvo dura, desde 1987 es la primera vez que se
quebra la tendencia a la baja de la pobreza en el país, no es para menos y
nuestra región para variar, encabeza el ranking de abajo para arriba, es decir
somos los últimos lejos, tenemos la mayor cantidad de pobres e indigentes, por
donde nos miren.
Los crudos números hablan por si solos, uno de cada 10 personas en La
Araucanía no puede cubrir sus necesidades básicas y vive con menos de mil pesos
diarios. Somos la región que entre los años 2006 y 2009 pasamos de un 20,1% de
gente que vivía bajo la línea de pobreza a un 27,1% y siendo aún más grave, de
esta cifra un 9% son indigentes, los que viven con menos de mil pesos diarios. En el mismo período el país aumento de un 13,7% a un 15,1%, en términos
porcentuales, el incremento de la pobreza regional fue 5 veces superior al
nacional.
La pregunta natural e inmediata, es ¿cuales son las causas de la
pobreza en nuestra región? Esta a nuestro juicio, si bien tiene una serie de
factores gatillantes, obedece en gran medida a la presencia de una alta
población rural sobre los 280 mil habitantes, los que representan un
32,3% de la población total regional. De los cuales, un gran porcentaje
pertenece a comunidades mapuche que han sido desatendidas o mal atendidas
históricamente en sus necesidades y requerimientos por parte de los diferentes
gobiernos, manteniéndoseles en un nivel de indigencia o pobreza extrema como
resultado entre otros, de un bajísimo nivel de la calidad educacional rural y la
falta de empleos productivos.
La Araucanía en los últimos lugares, es una constante y esto se debe en
gran medida, en el ejemplo anterior, a
la implementación de políticas centralizadas equivocadas que, no han apuntado a
la superación de la pobreza rural. Esto es, entregar herramientas que les
permitan emprender productivamente y a su vez poder recibir una educación de
calidad para desempeñarse adecuadamente en un mundo laboral cada vez más
exigente en cuanto a destrezas y competencias asociadas al conocimiento. Un
ejemplo patente lo ha sido la política de entrega tierras, la que en lugar de
ayudarlos, los ha mantenido en su condición de pobreza, al no proporcionarles
instrumentos para el desarrollo productivo y sumándoles problemas como el
habitacional, de infraestructura sanitaria y educacional, que no han sido contemplados
bajo ningún programa para las nuevas tierras asignadas.
Frente al dilema de lo que se debiera hacer, la entereza de todos los
actores, es la mejor compañera, por un lado. Y por otro, las soluciones
efectivas, pasando por decisiones y recursos de administración regional, debe
ser el punto de unión de todos, sin importar el color. Solo así, la región
podrá focalizar su atención y programas en aquellos puntos donde más nos duele
la pobreza, diseñando y adecuando las herramientas a los requerimientos reales del
territorio y su gente. Aquí, es necesario priorizar dos aspectos claves,
primero se debe cambiar radicalmente el foco y las señales, desde la entrega de
tierras, a veces arbitraria, hacia los incentivos e instrumentos que permitan
encadenar productivamente a los pequeños propietarios mapuche y no mapuche, con
medianos y grandes empresarios para darles sostenibilidad técnica y de
comercialización en sus emprendimientos. Y en segundo lugar, se debe
implementar un programa de mejoramiento de la calidad educacional,
racionalizando la oferta disgregada de escuelas rurales e incorporando
gestión educativa eficiente que asegure los aprendizajes, de modo que todos
los niños reciban una educación de calidad, similar a la que se entrega en
cualquier escuela urbana de primer nivel de Temuco.
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