Cota mil y latitud 33º Sur
Cota mil y latitud 33º Sur
Este último tiempo y
gracias a la columna de opinión de Felipe Berríos, sobre las universidades de
la cota mil, se ha creado una rica e interesante discusión en torno a los
distintos temas asociados al carácter de la educación superior. En esta
conversación vía medios, iniciada por Berríos, cuya columna si bien pudo ser
más diplomática, tuvo la gracia de provocar y así tener el impacto que ha
tenido, producto de frases como “entrar a esa universidad era como entrar en
otro mundo” o “me sentía extranjero en mi propio país”.
Entre los muchos
relevantes que saltaron al ruedo aportando distintos argumentos, estuvo el
diputado Jorge Insunza, quien certeramente acusó que “Chile mantiene una grave
estratificación de su sistema educativo y, asimismo sus elites tienden a
cerrarse en si mismas”. En palabras de Carlos Peña, “nuestro sistema
universitario (especialmente en la cúspide) es endogámico, agrupa a los
estudiantes por origen y tiende a reproducir las elites.” No son los únicos en
mencionarlo, hace un par de años el rector de la U. Alberto Hurtado, Fernando
Montes, expresaba: “que la elite sea religiosa, social y políticamente
homogénea no es bueno”. Esta “se educa en los colegios de ella, se casan entre
ellos, religiosamente pertenecen a los mismos movimientos.” Sin duda uno de los
problemas más graves que tiene Chile es la concentración del poder y esto pasa
por una elite muy homogénea cuya formación ocurre de manera muy alejada de lo
que es el país real. Esto lo expresa el mismo Montes cuando advierte sobre las
universidades donde se concentra esta elite, “cuidado con el tipo de líderes
que formen, porque tienen el peligro de conocer el verdadero país sólo por las
estadísticas”. Para condimentar aun más la discusión agregándole otra componente,
Patricio Navia destaca que “la elite política se siente cómoda con un sistema
(electoral) que excluye a los más pobres”.
Todo lo anterior no
constituye ninguna novedad, este un proceso de larga y sostenida data, donde el
centralismo y la acumulación de distintos tipos de recursos en Santiago,
latitud 33º 27’, es decir la capital de Chile, es una constante que se ha
mantenido persistentemente. Todo esto, se puede reflejar mediante algunas
cifras relacionadas con la temática. Así en materia de postulaciones
universitarias, el año 2004, la U. Católica y la U. de Chile, ambas de
Santiago, arrasaron con los puntajes nacionales obteniendo el 82%, el 2006 el
87,9% y en este último proceso 2009 estas dos universidades alcanzaron nada
menos que el 86%. Pero no son las únicas cifras llamativas, otro ejemplo lo
constituyen las donaciones de empresas a universidades, entre 1998 y el 2002
estas dos universidades, más la de Los Andes e Inacap acumulaban prácticamente
la mitad de las donaciones (47%). Las primeras tres instituciones mencionadas
este año vuelven a acumular la mayor tajada de las donaciones empresariales.
Pero no es todo, las
universidades regionales para poder subsistir en esta gran competencia no han
encontrado mejor forma que abrir sedes en la capital, así ya están en Santiago
universidades de regiones tan emblemáticas como la U. de Concepción, la
Federico Sta. María, la Adolfo Ibáñez, La Autónoma de Chile y varias más.
Ningún país cuerdo y menos su sociedad que la encabeza se puede permitir el
lujo de no poner coto a semejante hoyo negro de concentración de recursos de
todo tipo en la capital. Se hace necesario que las señales cambien para que al
menor plazo posible, la tendencia concentradora se revierta hacia los
territorios hoy rezagados, no es justo ni menos equitativo seguir arropando a
Santiago y dejar a los demás santos regionales prácticamente desnudos.
Esta provocación
iniciada por Berríos ha generado sin duda una rica discusión y esto último es
su mayor acierto. Si a esto le sumamos la cruzada Educación 2020 iniciada por
Mario Waissbluth y los alumnos de Ingeniería Industrial, junto con la primera
piedra puesta por los pingüinos hace un par de años atrás, más el momento que
vive el país con miras a una elección presidencial, representa una de las
pocas, sino la única, oportunidad en más de medio siglo en que nuestra sociedad
mayoritariamente se vuelca en múltiples conversaciones y no menores consensos,
en pos de cambios sustantivos de nuestra educación nacional. Si a lo anterior
le agregamos una cultura descentralizadora ejemplar que nazca de los
principales líderes y se impregne en toda la institucionalidad nacional, este
año de decisiones importantes, sin duda podrá constituirse en un momento
estelar para Chile.
Diego José Benavente Millán
Director Ejecutivo
Corparaucanía
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