viernes, enero 30, 2009

Cota mil y latitud 33º Sur

Cota mil y latitud 33º Sur

Este último tiempo y gracias a la columna de opinión de Felipe Berríos, sobre las universidades de la cota mil, se ha creado una rica e interesante discusión en torno a los distintos temas asociados al carácter de la educación superior. En esta conversación vía medios, iniciada por Berríos, cuya columna si bien pudo ser más diplomática, tuvo la gracia de provocar y así tener el impacto que ha tenido, producto de frases como “entrar a esa universidad era como entrar en otro mundo” o “me sentía extranjero en mi propio país”.

Entre los muchos relevantes que saltaron al ruedo aportando distintos argumentos, estuvo el diputado Jorge Insunza, quien certeramente acusó que “Chile mantiene una grave estratificación de su sistema educativo y, asimismo sus elites tienden a cerrarse en si mismas”. En palabras de Carlos Peña, “nuestro sistema universitario (especialmente en la cúspide) es endogámico, agrupa a los estudiantes por origen y tiende a reproducir las elites.” No son los únicos en mencionarlo, hace un par de años el rector de la U. Alberto Hurtado, Fernando Montes, expresaba: “que la elite sea religiosa, social y políticamente homogénea no es bueno”. Esta “se educa en los colegios de ella, se casan entre ellos, religiosamente pertenecen a los mismos movimientos.” Sin duda uno de los problemas más graves que tiene Chile es la concentración del poder y esto pasa por una elite muy homogénea cuya formación ocurre de manera muy alejada de lo que es el país real. Esto lo expresa el mismo Montes cuando advierte sobre las universidades donde se concentra esta elite, “cuidado con el tipo de líderes que formen, porque tienen el peligro de conocer el verdadero país sólo por las estadísticas”. Para condimentar aun más la discusión agregándole otra componente, Patricio Navia destaca que “la elite política se siente cómoda con un sistema (electoral) que excluye a los más pobres”.

Todo lo anterior no constituye ninguna novedad, este un proceso de larga y sostenida data, donde el centralismo y la acumulación de distintos tipos de recursos en Santiago, latitud 33º 27’, es decir la capital de Chile, es una constante que se ha mantenido persistentemente. Todo esto, se puede reflejar mediante algunas cifras relacionadas con la temática. Así en materia de postulaciones universitarias, el año 2004, la U. Católica y la U. de Chile, ambas de Santiago, arrasaron con los puntajes nacionales obteniendo el 82%, el 2006 el 87,9% y en este último proceso 2009 estas dos universidades alcanzaron nada menos que el 86%. Pero no son las únicas cifras llamativas, otro ejemplo lo constituyen las donaciones de empresas a universidades, entre 1998 y el 2002 estas dos universidades, más la de Los Andes e Inacap acumulaban prácticamente la mitad de las donaciones (47%). Las primeras tres instituciones mencionadas este año vuelven a acumular la mayor tajada de las donaciones empresariales.

Pero no es todo, las universidades regionales para poder subsistir en esta gran competencia no han encontrado mejor forma que abrir sedes en la capital, así ya están en Santiago universidades de regiones tan emblemáticas como la U. de Concepción, la Federico Sta. María, la Adolfo Ibáñez, La Autónoma de Chile y varias más. Ningún país cuerdo y menos su sociedad que la encabeza se puede permitir el lujo de no poner coto a semejante hoyo negro de concentración de recursos de todo tipo en la capital. Se hace necesario que las señales cambien para que al menor plazo posible, la tendencia concentradora se revierta hacia los territorios hoy rezagados, no es justo ni menos equitativo seguir arropando a Santiago y dejar a los demás santos regionales prácticamente desnudos.

Esta provocación iniciada por Berríos ha generado sin duda una rica discusión y esto último es su mayor acierto. Si a esto le sumamos la cruzada Educación 2020 iniciada por Mario Waissbluth y los alumnos de Ingeniería Industrial, junto con la primera piedra puesta por los pingüinos hace un par de años atrás, más el momento que vive el país con miras a una elección presidencial, representa una de las pocas, sino la única, oportunidad en más de medio siglo en que nuestra sociedad mayoritariamente se vuelca en múltiples conversaciones y no menores consensos, en pos de cambios sustantivos de nuestra educación nacional. Si a lo anterior le agregamos una cultura descentralizadora ejemplar que nazca de los principales líderes y se impregne en toda la institucionalidad nacional, este año de decisiones importantes, sin duda podrá constituirse en un momento estelar para Chile.


Diego José Benavente Millán
Director Ejecutivo

Corparaucanía