Poder regional
Frente a la regionalización muchos políticos expresan que el tema central en este momento, más que discutir si los consejeros regionales deben ser elegidos por votación popular, es la entrega de mayores recursos y autonomía a las regiones. Gran descubrimiento gran, desde Pinochet que se viene escuchando la misma cantinela, que como siempre, corresponde a la estrategia de embolinar la perdiz.
La descentralización pasa por la redistribución del poder, hoy concentrado en muy pocas manos e instancias en la capital y, el poder, como todo político sabe, no se le regala a nadie, hay que conquistarlo. Para esto, se requiere acercar y vincular la generación del poder político con el territorio y su gente. Todo lo cual, requiere inicialmente de políticos que no sólo tengan real arraigo con su territorio, sino también políticos locales que se crean el cuento de su capacidad de ser autónomos en el poder definir los destinos de su región y porque no, a pensar el país desde su territorio.
El no poder elegir a los consejeros regionales e intendentes, es seguir igual que antes, en manos de los que están al servicio del sistema centralista, aunque parezcan que viven y son de regiones. Estos, en el fondo se orientan y son serviciales al objetivo central, limitandose a reforzar los argumentos de las cúpulas centrales, en lugar de ir al fondo del asunto desarrollando autonomía de pensamiento. Sin duda, la responsabilidad primaria frente al desarrollo político con autonomía y real representatividad territorial, en el esquema actual, depende de la capacidad de los políticos regionales, como son los parlamentarios que representan a las regiones.
Al analizar porque demora tanto la regionalización o el que no se cumpla el compromiso de elegir a los Cores, por ejemplo, uno llega a la conclusión final, de que la política la hacen los políticos y por ende ahí hay que encontrar las explicaciones.
Mientras las regiones no participen de un sistema que permita generar el poder, para que puedan surgir políticos auténticamente regionalistas, que se la jueguen por su territorio, seguiremos con un país muy centralizado donde las regiones, al no poder elegir a sus autoridades, pasan a ser niveles de tercera categoría. En ese tipo de país, seguramente a nadie de Chile le interesa vivir, ni menos dejarselo tal cual a las futuras generaciones.
Diego J. Benavente Millán
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